Retos del gobierno de López Obrador en Asia-Pacífico

Por: Eduardo Tzili Apango | @EdCamCan

Profesor-investigador Departamento de Política y Cultura de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco

20 de febrero de 2019

En 2018 Andrés Manuel López Obrador (AMLO) fue electo presidente de México. Esto fue sintomático del primer viraje a la izquierda política en el país latinoamericano, situación que ha sido acompañada de muchas expectativas positivas. En agosto del año mencionado, AMLO se reunió con los embajadores y representantes de negocios de Australia, China, Corea del Sur, Filipinas, Indonesia, Japón, Malasia, Nueva Zelanda Tailandia y Vietnam. En estas reuniones se discutieron temas de cooperación bilateral, diversificación comercial e inversiones. En línea con esto, en enero de 2019 el Tratado de Integración Progresista de Asociación Transpacífico (TIPAT) entró en vigor en México, y con ello se fortaleció la percepción de la diversificación de vínculos globales.

Aparentemente, en materia de relaciones internacionales y Asia-Pacífico se mostraron signos positivos que apuntalaban a la profundización de los lazos bilaterales y regionales. Sin embargo, la falta de acciones iniciales definitorias del gobierno de López Obrador, en relación a la región asiática, permiten suponer que la política exterior mexicana mantendrá una dependencia a su trayecto histórico. Desde que México inauguró su vida diplomática independiente en Asia, las características de la política exterior han sido la ausencia de Asia en el imaginario de las elites políticas mexicanas, la pasividad y la reactividad. Hubo momentos en que esto se matizó, como el momento de la firma del Acuerdo de Asociación Económica con Japón en 2005. No obstante, y sobre todo a partir de la década de 1980, con la implementación del modelo económico neoliberal, México ha concentrado sus esfuerzos diplomáticos y comerciales en América del Norte.

Superar los vicios de la ausencia de una diplomacia efectiva e integral hacia la región de Asia-Pacífico es el primer gran reto del gobierno obradorista. Actualmente, el centro de la dinámica económica global tiene su epicentro, precisamente, en el Asia-Pacífico. No obstante, las características históricas de la política exterior mexicana hacia la región asiática han causado que México sea un barco arrastrado al vórtice económico regional.

Precisamente, uno de los vicios es el incremento del comercio asiático-mexicano sin bases institucionales. Según datos de la Secretaría de Economía, en el año 2000 el comercio de México con China y los países del TIPAT (sin Estados Unidos) representaba casi el 7% del comercio mexicano con el mundo, mientras que el comercio con Estados Unidos representaba poco más del 80%. Para 2017 el comercio de México con China y los países del TIPAT se incrementó a 23%, mientras el comercio con Estados Unidos disminuyó a 62%. Pero, lo anterior ha sucedido sin planeación estratégica comercial, firma de acuerdos comerciales bilaterales o regionales, y sin impulsar políticas industriales que incrementar el valor agregado de la industria mexicana (CTPP, 2018)

Otros vicios son la diversificación relaciones solo en el discurso y la concentración de vínculos políticos. Solo el 30% de las representaciones diplomáticas mexicanas se encuentran en Asia-Pacífico, ninguna misión en organizaciones regionales asiáticas y solo una oficina comercial. En el gobierno precedente a la administración de AMLO, la mayoría de las “visitas” a países asiáticos se hizo aprovechando eventos mundiales y regionales, mientras que las visitas asiáticas de alto nivel tuvieron a México como destino único. Además, los encuentros bilaterales se concentraron solo en China y Japón.

Hasta febrero de 2019 el nuevo gobierno de izquierda no había nombrado un titular para la Dirección General para Asia-Pacífico, ni un titular para la Dirección General Adjunta para la Península Coreana, India, el Pacífico y Mecanismos de Cooperación Transpacífica. Es importante subrayar que el trayecto histórico de la definición de las áreas prioritarias de política exterior mexicana ha causado que Asia-Pacífico no sea tan importante como América del Norte o América Latina, regiones que mantienen el rango de subsecretarías al interior de la estructura orgánica básica de la cancillería mexicana

El segundo reto del gobierno obradorista es contribuir a la superación del desconocimiento y la ignorancia en torno a las sociedades y las culturas de Asia. Esto no solo implicaría fortalecer los programas educativos y/o universitarios que fomenten el conocimiento sobre Asia, o fortalecer los programas culturales –como exposición en museos, galerías de arte, etc. También implicaría diseñar un programa integral educativo-cultural para acercar al Asia-Pacífico al imaginario colectivo nacional. Lo anterior debería integrar, necesariamente, el conocimiento de idiomas asiáticos desde la enseñanza básica, como se ha realizado en Chile.

Hasta febrero de 2019 el nuevo gobierno de izquierda no había nombrado un titular para la Dirección General para Asia-Pacífico, ni un titular para la Dirección General Adjunta para la Península Coreana, India, el Pacífico y Mecanismos de Cooperación Transpacífica.

Fomentar el conocimiento de Asia-Pacífico no solo sería una exigencia estratégica, sino una necesidad histórica. Cabe recordar que, desde tiempos de la Nueva España, el factor “Asia” desempeñó un papel muy importante de la formación de la identidad mexicana. El intercambio de ideas y productos entre Asia y México, vía el Galeón de Manila, contribuyó a la formación identitaria de manera tal que incluso sirvió para diferenciarse y alejarse de los españoles peninsulares. Además, la Nueva España mantuvo intercambios comerciales con la región asiática que le permitieron construir una dinámica propia, sin depender tanto de la relación con la metrópoli hispana. Recordar estos vínculos históricos es fundamental para una reinserción en Asia.

El tercer reto del gobierno obradorista radica en el diseño de una política de Estado hacia Asia-Pacífico. Además de establecer vínculos transversales permanentes, que no se vean afectados por las fluctuaciones del poder político en México, la “política Asia” implicaría negociaciones y acuerdos con todas las fuerzas políticas mexicanas. Idealmente, ello llevaría a formular políticas de Estado que deban realizarse sin distinción de la ideología política gobernante. Para ejecución de lo anterior es fundamental contar con personal de base especializado en la región, no solo en la cancillería, sino también en las numerosas dependencias gubernamentales federales y de niveles administrativos encargadas de los vínculos con el exterior.            

Sin embargo, ninguno de los retos antedichos podrá superarse si AMLO no matiza su postura de “primero México, luego el extranjero”. Este podría considerarse un cuarto gran reto. El discurso y las acciones del gobierno obradorista se han caracterizado por un excesivo enfoque hacia lo interno. Si bien existen urgentes problemas qué resolver en México, esto no debería suceder en detrimento de lo exterior. Concentrarse en resolver los vicios de la trayectoria histórica de la política exterior mexicana al Asia-Pacífico permitiría, de alguna manera, emprender nuevos y autónomos caminos para mantener una relación dinámica, estable y de calidad con los países de Asia.

Referencias

CTPP (2018) Tratado de la Integración Progresista. Disponible en: https://bit.ly/2uAQ3ABh

 

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